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Relato:
Caminando con los Sorianolandeses.
Publicado
19/06/2007.
Autor:
Juan José Delgado Soto.
Son las cinco de la tarde del día siete de
junio de 2007, y con puntualidad suiza, suena mi teléfono móvil. A través de los
altavoces del coche se escucha la amable voz de Koen, quien me informa que está
esperándome junto con Conny en la Calle de Arriba de Almarail. Yo, como de
costumbre, llegaré unos minutos tarde, pues como siempre, voy a los sitios con
el tiempo justo.
Al llegar a mi destino, allí están ellos, con
esa sonrisa de oreja a oreja y ese carácter tan afable que les hace tan fácil
caer bien allá donde van y encajar en cualquier lugar. Típicos holandeses,
altos, con ojos y pelo claros (casi cano en el caso de Koen) y un color moreno
de piel que ya les gustaría lucir a muchos de sus compatriotas. Así son Conny y
Koen (se pronuncia “Kun”), un matrimonio que rondará la cuarentena y que desde
hace tres años habitan nuestras tierras.
Bajo un sol de justicia que anuncia que el
verano está llegando, comenzamos a caminar hacia la atalaya de la Torrejalba,
rodeados de campos verdes de cultivo a los que les quedan cuatro días para ir
mudando poco a poco hacia los tonos amarillos.
Comenzamos a hablar de algo que a mi me llama
la atención en gran medida: ¿por qué Soria?.
Me cuentan que en Holanda, todas las familias
que pueden, en verano viajan a otros países de vacaciones, pues allí, el tiempo
es bastante gris y en un pedazo de tierra cuatro veces lo que es nuestra
provincia viven dieciséis millones de almas. España es uno de los destinos
preferidos. La primera vez que ellos eligieron nuestro país como destino
vacacional fue en 1992, recorriendo el Camino de Santiago.
Entre 1992 y 2001 siguieron viniendo a España,
eligiendo cada año una zona distinta. En 2002 fue el primer contacto con nuestra
provincia. Reconocen que les atrajo el hecho de que hubieran oído hablar de
Soria como “la olvidada” o “la desconocida”. Su primer destino fue la casa rural
de Fuentelcarro, pequeña localidad ubicada junto a Almazán.
Un gran contraste, entre lo que encontraron en
Soria y lo que tenían en su localidad, situada a quince kilómetros de Ámsterdam.
Atrás quedaban los agobios, el stress, el tardar una hora en recorrer apenas
quince kilómetros, el no poder encontrar ni un kilómetro cuadrado sin rastros de
la civilización…
Todo esto influyó mucho en que Koen dejara su
trabajo en el departamento de ventas de una gran empresa química y Conny el suyo
en un centro de día para discapacitados intelectuales y cogieran las maletas
rumbo a la villa de Almazán, en 2004.
Desde entonces, es fácil verlos practicando su
principal afición: caminar por cualquier rincón de Soria. No hay muchos sorianos
autóctonos (entre los que me incluyo) que conozcan tan bien la provincia como
ellos.
Por eso estamos esta tarde subiendo un cerro
para ver un monumento que todavía les falta por catalogar en su memoria de
lugares recorridos.
En la actualidad han hecho de caminar su
actividad empresarial. A través de su web
www.delcorazon.info explican a sus compatriotas y gente en general, las
actividades que organizan.
La integración de la pareja holandesa en la
provincia es tal, que Koen es uno de los miembros de la “Rondalla de Almazán”.
Toca la guitarra y canta. Cuando me entero me entra la risa al imaginármelo,
aunque seguro que lo hace muy bien. Lo comparo con el japonés-baturro que habita
en un pueblo de Huesca.
Koen me comenta con sorna, mientras coronamos,
el hecho de que la cumbre más alta de su país es la “Montaña de San Pedro”, con
200 metros de altitud. Ahora estamos sobre un pequeño cerro de 1.078 metros de
altitud, en una provincia que ronda los 900 m de altitud media. Ambos reímos.
Mientras, Conny se agacha de vez en cuando para recoger algún champiñón
silvestre, aunque apenas dos se encuentran en estado óptimo para su consumo,
pues el sol se ha encargado de dejar secos la mayoría de hongos.
Al llegar a la torre, me comentan cómo en
algunos pueblos les dejan las llaves de la iglesia o el castillo para
enseñárselos a sus clientes. Aquí no es necesario porque no hay puerta y el paso
del tiempo se ha encargado de horadar un acceso a la Torrejalba en sus muros.
Admiramos desde allí las miles de hectáreas que
se divisan de distintas comarcas: campo de Gómara, tierra de Almazán, tierras de
Soria… es imposible encontrar algo similar en Holanda, respirar un aire tan puro
y disfrutar de unas tierras que emanan tanta tranquilidad.
Emprendemos la marcha hacia nuestro lugar de
origen, Almarail, no sin antes beber un trago en la “Fuente de la Dehesa”, que
mientras no vengan las ovejas ha quedado prácticamente oculta entre la hierba.
Al acceder a la fuente, un corzo huye de nuestra presencia. Seguramente estaba
tumbado en la hierba, disfrutando del frescor del lugar.
Conny y Koen sacan un libro de flora
mediterránea (en holandés) para ver qué tipo de flor es una que abunda por la
zona. Al final, no damos con el ejemplar exacto. Hay varias que nos parecen pero
no son.
Antes de llegar al pueblo, nos acercamos hasta
la presa que hay en el río Duero y de la que parte el “Canal de Almazán”. Koen
saca sus prismáticos. Divisamos un bando de ánades que levantan el vuelo al
acercarnos.
Una vez en el pueblo tomamos un zumo y probamos
el excelente “pan de desayuno”, típico holandés, horneado por ellos, con el que
nos han obsequiado.
Llega el momento de la despedida. Nos decimos
“hasta luego”, pues, a buen seguro, nos veremos muy pronto caminando por algún
rincón de Soria.
Comentamos la tarde tan agradable que hemos
pasado y les deseo que les vaya muy bien con su empresa, de la que hacen
publicidad con unos carteles pegados en su nuevo Panda.
Para mi, Conny y Koen ya no son holandeses, si
no “Sorianolandeses”, con nacimiento en Holanda y corazón en Soria.
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